Un miedo que no queremos soltar

Nomofobia: (no mobile phone phobia): ¿Por qué luchamos para abolir la esclavitud y nos encasillamos en una nueva?

Reflexiones14 de noviembre de 2021Natalia BeDiNatalia BeDi

Miedo: emoción que impide al sujeto que lo experimenta enfrentarse a una situación temida porque le genera desconfianza y angustia por la presencia de un peligro, ya sea real o imaginario.

Fobia: trastorno de ansiedad caracterizado por un miedo intenso e irracional, de carácter enfermizo y obsesivo, ante un objeto, persona o situación concreta.

El término “nomophobia” viene de la composición americana de NO MObile PHone phoBIA, usado para describir el miedo inmensurable a no tener el celular o estar incomunicado a internet, incluyendo como origen de la ansiedad, la pérdida del celular, batería agotada, crédito mínimo, o incluso, la falta de señal. 

Como fobia y como definición, la nomofobia fue identificada por primera vez hace poco más de una década, en 2008, tan solo 12 años después de la aparición del Nokia 9000 Communicator, el primer smartphone, que salió a la venta en agosto de 1996.  Con el paso del tiempo, los casos o incidentes de la neurosis desencadenada por la ausencia de un dispositivo móvil a la mano, fueron incrementando deliberadamente, elevando también el número de usuarios móviles de una manera radical. Para 2017, la cifra de usuarios ascendió a 4,9 mil millones, es decir, poco más del 65% de la población mundial con al menos un celular. 

El móvil es sin duda una herramienta indispensable en nuestras vidas, o al menos, es la manera en la que nos hemos acostumbrado a interactuar con el entorno, ya sea social, laboral, organizacional, personal, etc., pero sin duda, ha rebasado los límites de interacción humano-mundo virtual, dejando muy por detrás la de humano-vida real.

-

Han habido varias ocasiones en las que hemos experimentado la caída de una de las redes sociales más utilizadas, Whatsapp. Pero en 2022, hubo un incidente que fue diferente a las veces previas, en las que dejaba de funcionar, nos enterábamos en Twitter (ahora X) de la caída del sistema, se hacían un par de bromas al respecto, y tan solo unos minutos después, todo regresaba a la normalidad. Sin embargo, esa vez, el fallo de las redes duró más de 2 horas, deteniendo por completo la comunicación entre millones de personas que usaban la plataforma como vía principal. Inicialmente, se hizo lo de siempre, bromear al respecto; pero tras el pasar de las horas, las personas comenzaban a detonar pequeñas crisis ansiosas al no poder acceder a sus redes de forma común. Y más se pudo apreciar, cuando regresando el funcionamiento de los medios sociales, se hacían comentarios sobre ese “padecimiento” de estar incomunicado. 


Lee la noticia aquí.


Con esto, pretendo la concientización del uso de nuestro tiempo y la verdadera priorización que hacemos ante las circunstancias del entorno en cada contexto. Sí, vivimos en una era tecnológica en la que nuestra vida se ve plenamente favorecida y auxiliada por recursos tecnológicos, pero la tecnología fue creada por y para el hombre, para estar en función del hombre, no las personas en función de la tecnología, a disposición únicamente dependiendo ella.

Como primera instancia, debemos plantearnos qué tan esclavizados estamos del mundo material y cómo eso repercute gravemente en nuestro comportamiento, nuestra funcionalidad, inclusive en nuestras emociones. La forma en la que nos preocupamos por el problema de una caída de redes, de una desconexión virtual, el tiempo que le invertimos a esa preocupación, en vez de hacer algo a pesar del problema. 

Para comprender la fobia, es necesario entender el por qué de la adicción y cómo fue que se identificó. Según encuestas, el motivo del uso de redes sociales es en un 56% por gusto o pasatiempo, el 30% para tener amigos y el 17% para “estar al tanto”. Ahora bien, eso se trata del uso de redes, pero el uso del celular se ha vuelto una manía incontrolable en la que incluso desbloqueamos el celular sin necesitar realmente revisar algo, teniendo un promedio de 34 desbloqueos de pantalla al día, dando pauta al desarrollo de esta dependencia. Y los categorizados síntomas de un adicto al celular se enlistan como publicar cada momento, invertir mucho tiempo y energía virtual, daño en la calidad de vida, ansiedad al desconectarse, y episodios de uso desmedido, o bien, en horarios en los que se debería hacer otra cosa, como dormir.

El 61% de los usuarios digitales desbloquean la pantalla de sus móviles en los primeros 5 minutos después de despertar cada mañana. El 72% de los usuarios revisan su celular por lo menos 1 vez por hora, siendo más de la mitad los que lo hacen en repetidas ocasiones dentro del mismo lapso de tiempo. Esta situación de estar conectados todo el tiempo, genera en las personas una dependencia y adicción, que como con cualquier otra, al ser carente de dicha interacción, se detona la nombrada nomofobia. 

El problema ha ido en aumento debido a la facilidad con la que se puede ser acreedor a un smartphone, almacén de las redes sociales, almacén de la vida digital. El primer continente en donde la escalada adquisitiva de dispositivos móviles se hizo notable, fue en Asia. No obstante, el resultado es el mismo para todos los lugares del mundo. La adicción a los móviles sigue aumentando y quienes son víctimas de este uso desmedido de la tecnología, son cada vez más jóvenes. Para 2015, un estudio analizó que el 72% de los niños de entre 11 y 12 años, ya disponían de un celular, usándolo alrededor de 5 horas al día.

El hecho de contar con un aparato móvil no quiere decir que la nomofobia es parte de, pero sin duda alguna propicia a que se desarrolle si no se hace un correcto uso y distribución del tiempo en pantalla, en relación al tiempo que se pasa interactuando fuera de ella. En México, el 33% de los usuarios padecen de nomofobia, siendo enviar y recibir correos electrónicos la principal actividad en el 80% de los internautas del país, tratándose del smartphone como medio para realizarlo.

Otro concepto clave, es el phubbing o ningufoneo, que consiste en ignorar a una persona por prestar atención prioritaria al teléfono móvil. La Ciudad de México es la séptima en el ranking de ciudades con más casos de phubbing. Y es algo que podemos notar en todos lados, desde una perspectiva propia, en la que al salir a “convivir”, y todos atienden sus celulares antes que a las personas que tienen enfrente, en vivo. 

-

La nomofobia no es solo un miedo; como se menciona, es un trastorno que debe ser como el resto de las alteraciones mentales, tratado, antes de que se desencadenen problemas más graves. Por sí sola, ya tiene consecuencias asociadas con problemas de salud físicos, tales como el dolor en la muñeca y cuello, llegando a ser lesiones; el estrés en las manos y dedos, desórdenes músculo-esqueléticos en la mano y el pulgar, etc. Esto último, se debe a movimientos repetitivos con las manos y los dedos, que pueden desarrollar enfermedades como el síndrome del túnel carpiano, tendinitis de Quervain, cervicalgia o cefaleas tensionales. Respecto a esto, pueden ser corregidos simplemente con la postura, sin embargo, no son las únicas consecuencias de la adicción y fobia al y por el celular.

La solución más acertada es la buena administración y manejo del tiempo que le invertimos a una vida paralela, una vida únicamente digital. Pasar nuestros días detrás de una pantalla es algo a lo que nos hemos acostumbrado, pero pasar el tiempo sin una pantalla angustiados de no tenerla, es una nueva esclavitud en la que nos hemos encasillado innecesariamente. 

-

La nomofobia se ha normalizado porque vivimos en una era en la que muchas de las cosas que realizamos son con la ayuda de la tecnología, y asociamos lo que tenga que ver con ello a una necesidad, la necesidad de estar conectado a internet, la necesidad de tener un móvil en las manos. Al verlo tan cotidiano, le prestamos poca importancia a una neurosis que se puede evitar y dejar de causar tanto ruido digital.

La sociedad está en una constante alimentación informativa, siendo ésta cierta o no, creando de las personas, una sociedad de fatiga, integrada de personas con síndrome de fatiga por información, saturados de cosas que no pedimos, pero recibimos en cantidades enormes. Esto a su vez, trae una parálisis de análisis y retardamiento de criterio, al no poder procesar todo eso que estamos recibiendo. Dicho acto informativo es tan saturado que nos mantienen en un estado permanente de agotamiento conocido como burnout, otra de las consecuencias de ser adictos al móvil y dejarnos vencer por el miedo a su ausencia. 

Esta obsesión compulsiva hacia el teléfono nos aleja de nuestra realidad, de lo que implica la realidad sana. Dejamos de convivir, dejamos de comer y de dormir, dejamos de vivir, por el celular. Estamos vendiéndole nuestra esencia y nuestro tiempo a un dispositivo digital que funge ahora como un nuevo e indispensable órgano. La nomofobia, el miedo a dejar de lado el móvil un rato, nos hace fallar como sociedad, nos hace fallarnos a nosotros mismos, al no saber lidiar con la presión, al convencernos de que no ser parte del resto, es imposible.

-

Nomofobia, identificada por primera vez hace poco más de una década. Un miedo que no va a desaparecer si no lo dejamos ir. Un miedo que va a persistir si nos aferramos a la idea de que no podemos vivir sin un celular. Un trastorno que nos quita tiempo por pensar en el tiempo que creemos perder. La absurda idea de buscar atención en las redes para ser parte de la inconformidad de una falla en el sistema digital, la absurda idea de querer ser víctima evidente de la nomofobia.

Deberíamos poner de moda usar menos el teléfono para dejar de vivir una vida tan virtual. Un celular se descarga y lo cargamos de nuevo, una y otra vez. Nuestro corazón late, y cuando deje de hacerlo, no habrá vuelta atrás. Hay que aprovechar la vida real y dejar de tener miedo a la dependencia tecnológica, dejar de tener miedo a la desconexión virtual, a la conexión real.

La vida es eso que pasa mientras miras la pantalla.

Te puede interesar
Lo más visto
pelo

Te perdí para encontrarme

Jonás
Happy problems20 de noviembre de 2024

Un caótico viaje mental por un acto rutinario, donde a partir de un evento personal, que tomó meses de incertidumbre para decidir que corte iban a hacer dos metales afilados (tijeras), acompañado de un debraye sobre culturas que tienen bien establecida una identidad y característica muy particular, fuera de las prendas o ideologías, con el objetivo de escoger el corte de pelo que me hiciera sentir realmente yo de nuevo.