
Somos desconfiados cuando nos conviene.
Una pequeña perspectiva del nihilismo.
Reflexiones04 de agosto de 2024¿Qué tan nihilista hay que ser para pensar que no hay suficiente sentido en encontrar respuestas y tiempo?
Tiempo para resolver, para salvar, tiempo para buscar, para encontrar, para querer, para perdonar, para seguir adelante. Tiempo para buscar el sentido, para entender que creer en nada es, de alguna manera, creer en algo. Que a veces el fin mismo es buscarlo durante todo el camino.
Tiene poco que comenzó a interesarme demasiado la filosofía (otra vez) y el concepto de nihilismo comenzó a resonar una que otra noche.
En esencia, es una creencia en la nada. Pero, ¿realmente creer “en nada” es posible? ¿O es que incluso “la nada” es algo en lo que se cree?
Friedrich Nietzsche, uno de los filósofos más asociados con el nihilismo, decía que la muerte de Dios (la pérdida de fe en absoluto) dejaría a la humanidad enfrentándose a un vacío de valores, ¿y esto a qué se supone que nos lleva? A que alguien que no cree en el sentido, al perder su única creencia o el hilo que seguía, pierde todo lo que tenía (de alguna manera).
Pero entonces, habría 2 tipos de nihilistas, los que al no tener un fin lo buscan, y los que solo están desesperanzados frente al vacío.
No me gustaría equivocarme en mi postura sobre esta corriente opinando qué tan de acuerdo o desacuerdo estoy con ella, e igual es muy confusa para asimilarlo solo leyendo un par de cosas para escribir esto. De cualquier forma, como bien dicen por ahí, no podemos juzgar la ignorancia del pasado con la sabiduría del presente, ni la ignorancia del presente con la sabiduría del futuro; entonces si hoy comparto o no estas ideas, ¿qué más da?
Lo único que pienso es, que si nada tuviera sentido y nada valiera la pena, si al final de todo no hubiera respuesta a la pregunta “por qué”, ¿no sería eso una postura contradictoriamente conformista e insaciable?
Creo que vuelvo a como inicié, si esto no tiene sentido, que se destruya todo.
Un caótico viaje mental por un acto rutinario, donde a partir de un evento personal, que tomó meses de incertidumbre para decidir que corte iban a hacer dos metales afilados (tijeras), acompañado de un debraye sobre culturas que tienen bien establecida una identidad y característica muy particular, fuera de las prendas o ideologías, con el objetivo de escoger el corte de pelo que me hiciera sentir realmente yo de nuevo.
Sabía que el amor duele, pero, ¿con un vaso de leche?
En la noche no salen los monstruos, la noche es el monstruo (a veces)
Somos desconfiados cuando nos conviene.
Qué bonita luz la de esa hora.