
Se habla mucho de la dependencia emocional, pero ¿qué hacemos al respecto?
Todos nos desahogamos en notas. Las notas lo lloran con nosotros.
Emociones01 de noviembre de 2024 Carlos ArgudinEstoy en mi cama, escribiendo en mi computadora sobre lo que representaba para mí, buscando una respuesta o un cierre.
No sé si extraño gustarle a alguien que me admire, o si realmente extraño tenerlo cerca.
Quiero pensar que no estoy en negación pensando que algún día va a regresar, esperando que todo cambie y se dé cuenta de las cosas que todos los que no se odiaban a sí mismos le decían: hacíamos bonita pareja.
No sé si aún no he encontrado a una persona que me haga sentir como él lo hizo, o si estoy jodido de la cabeza comparándolo todo con él.
Decidí stalkearlo hace unos días. Vi sus fotos de graduación, sus fotos con su nuevo novio, y no puedo dejar de sentir que yo debía ser quien estuviera ahí; ser esa persona que lo apoyara y pudiera presumirlo con todos, presumir lo que hiciéramos juntos, y sobretodo, poder ser yo mismo.
Cada día que paso por el edificio de Comunicación espero con ansias que esté ahí, y lo peor es que no sé si quiero que vea lo bien que me está yendo, o quiero verlo para quitarme la duda si a la fecha le pesa el hecho que me haya desaparecido de su vida como un misterio en películas.
Pensé que habría cerrado heridas para este entonces, y por un momento lo fue. Últimamente no sé por qué me pesa tanto esto; tal vez y sea ver a todas las parejas y sus disfraces iguales, o el hecho de que yo tenía planes para noviembre con él. Pensé que para este entonces yo estaría mejor que nunca, pero me siento vacío y tengo miedo de volver a amar.
No quiero salir lastimado otra vez. No quiero dar todo de mí sin recibir nada a cambio. No quiero darle poder de esa forma sobre mí a alguien otra vez. No quiero ver uno de mis mayores logros como un recordatorio de cómo empezó todo. No quiero sentirme en un limbo donde no quiero ser esa persona, pero profundamente espero que regrese para que todo sea distinto. No quiero sentirme culpable por preocuparme por mí. No quiero abrir heridas pasadas.
Lo quiero de regreso, dos metros bajo la tierra, lo quiero tan cerca y tan lejos como la A de la Z. Quiero que me busque en otras personas y nunca me encuentre. Quiero saber que fui importante para él. Quiero saber si cometí un error desapareciendo. Quiero pensar que no estoy en negación. Quiero estar bajo esos dos metros junto a él.
Lo quiero y duele.
Te quiero pero me duele.
Me duele muchísimo tener que ponerte en esta lista. Nunca nadie me había hecho sentir de esa manera.
Te consideraba un caballero, y pensaba ilusamente que podrías estar interesado en mí, pero me di cuenta que no lo estás; y no sé si sea yo quien habla, o mis inseguridades, pero me siento usado como un perro persiguiendo un hueso que nunca va a poder alcanzar. Toda mi vida la gente me ha usado y se aprovecha de mí, especialmente de mi talento artístico y creativo. Pensé que alguien por fin se había fijado no sólo en lo que hago, sino en quien soy, y en parte lo hiciste; me haces sentir capaz de comerme el mundo, pero al mismo tiempo, parece que eres uno cuando hablamos como los "amigos" que ambos sabemos que nunca seremos, y otro, cuando hablamos de la promesa que hice cuando accedí a trabajar y sacar adelante uno de tus sueños, dejando el mío a la deriva.
Tal vez y esté sobre reaccionando, o quizá sean mis miedos hablando, y realmente sólo te emocionas cuando se trata de tu cortometraje. Y quiero creer que es la misma emoción cuando dices preocuparte e interesarte por mí, pero creo que es momento que tus acciones hablen.
Créeme que me siento muy halagado de que me hayas considerado atractivo, que me hayas deseado cuando ni yo me siento cómodo con mi propia apariencia. Pero si te soy honesto, creo que me está matando y envenenando; sé que estoy motivándome por una tonta ilusión de mínimo poder ser amigos con beneficios a pesar de decirme que lo quieres al mismo tiempo que no puedes.
Haz algo, di algo. Dame alguna señal. No puedo seguir así.
Un caótico viaje mental por un acto rutinario, donde a partir de un evento personal, que tomó meses de incertidumbre para decidir que corte iban a hacer dos metales afilados (tijeras), acompañado de un debraye sobre culturas que tienen bien establecida una identidad y característica muy particular, fuera de las prendas o ideologías, con el objetivo de escoger el corte de pelo que me hiciera sentir realmente yo de nuevo.
Sabía que el amor duele, pero, ¿con un vaso de leche?
En la noche no salen los monstruos, la noche es el monstruo (a veces)
Somos desconfiados cuando nos conviene.
Qué bonita luz la de esa hora.